Maider López

Textos

Maider López. Varias unidades al mismo tiempo.

Martí Manen

Un recorrido. Una línea. Un gesto. Un paseo. Un paisaje. Una arquitectura. Una imagen. Un tiempo. Una acción. Una rampa. Y, de nuevo, todo lo demás.

-Un recorrido. Maider López lee espacios para generar otros movimientos en estos mismos espacios, para propiciar miradas en las que aparece una carga poética y un enorme componente estético. La realidad se convierte en un entramado de posibilidades en las que navegar desde una posición artística. Un entramado de posibilidades latentes desde un primer momento, desde una primera mirada transparente. Maider López reconoce una situación para después interactuar con ella, buscando en la interactuación un elemento que convierta la mirada en un gesto de capacidad gramatical. Desde un punto de partida inicial se descubre un resultado, un deseo aplicado que permite realizar el recorrido sin necesidad de ello: con una única imagen podemos construir la situación, el contexto, el proceso y el componente narrativo si fuera necesario.

-Una línea. Una línea zigzagueante en una zona de montaña. Una línea entrando y saliendo entre casas. Una línea que aparece como una pared que escapa de un plano. Líneas que desdibujan una realidad para permitir muchas otras. Líneas que cambian situaciones, que convierten todo lo que hay en su alrededor en una nueva situación. La zona de montaña se convierte en un lugar para otros colores, para otros tiempos y movimientos: Lo estático pasa a ser movimiento, lo natural deja paso a lo humano y la distancia es proximidad. Maider López convierte la construcción del paisaje en un hervidero de situaciones en minúscula que componen algo así como un trazo en una pintura, un trazo que escapa de las normas y que necesita de la colaboración para su existencia: una línea que se construye mediante coches rompiendo el paisaje, cambiando su significado. Y en una ciudad, una línea entra y sale de espacios domésticos para definir otros recorridos más allá de lo habitual; una línea que supera las líneas habituales que gobiernan el día a día. Líneas que negocian con la realidad para permitir –precisamente- que esta realidad se descubra a si misma.

-Un gesto. Repartir toallas de un mismo color en una playa para que, de golpe, tengamos una comunidad y una distancia, una permanencia y una fragilidad. Todas las toallas de una playa son de color rojo y el orden y caos habitual pasa a ser una composición orquestada en la que la participación es algo así como un principio conceptual. Hacer lo mismo pero con otro color, seguir con lo previsto pero siendo consciente de que hay algo más. Todo sigue, pero el gesto lo convierte en algo especial, lo convierte en una situación imprevista en la que reconocerse como parte de un momento. Y el gesto desaparecerá y todo volverá a la normalidad, pero en la memoria y en el documento sigue presente, sigue mostrándose como esa posibilidad de redefinir mediante una participación estética.

-Un paseo. En In situ, Maider López marca nueve puntos en una geografía. Con baldosas de color amarillo en el suelo indica que ese lugar marcado es algo más que un lugar: es un tiempo, es una narración, es una serie de acciones. Es mirar de nuevo en un paseo para descubrir la importancia de lo que puede suceder, de lo que está sucediendo y lo que ha sucedido. Mirar el suelo para recuperar momentos perdidos, ser consciente de que hay cosas que es necesario indicar para que vuelvan a aparecer. Pausas en el paseo, recorridos entre historias, asumir que en los lugares siempre hay capas entre las que navegar lentamente.

-Un paisaje. Qué es un paisaje. Cómo reformular la idea de paisaje. Cómo entender la comunidad como una opción de paisaje. Cómo pensar en la participación como opción de paisaje. 366 sillas en un espacio público para que sean las personas las que decidan cómo entender el espacio mediante su uso. Las sillas cambiarán de lugar ya que distintos grupos de personas las utilizaran de formas también distintas. Círculos de sillas, parejas de sillas, distancias entre sillas. Como una pequeña ciudad que va definiéndose mediante su uso. Sillas que son proximidad y, también, paisaje que se construye para desaparecer. Y después 25 colinas y 25 personas, una colina por persona o todas las personas en la misma. Pensar en el paisaje como algo a ocupar, como algo privado, como algo para ti y específicamente para ti. El paisaje se forma mediante la mirada y la acción, mediante los gestos que permanecen, momentos que dejan rastros. El paisaje y los gestos, el paisaje antes y después de la mirada.

-Una arquitectura. Un edificio imponente como el Guggenheim de Bilbao y un juego con lo definitivo: En el gran edificio, construir con personas una nueva galería: las personas son la galería y se ofrecen desde la distancia mediante el material, cubriendo sus cabezas con planchas que se asemejan a la superficie metálica del museo. Y son los amigos de la institución, son las personas que –ahora- actúan directamente sobre el significado de un edificio y su función. El edificio crece precariamente y la arquitectura pasa a ser algo con lo que negociar sin miedo, algo que se ve, algo que afecta. Como con Displacement, donde los planos de un edificio ocupan un lugar “equivocado” y a escala 1:1 en el mismo edificio. Vemos las paredes donde no están, tenemos que movernos mediante la superposición de planos. Vemos el grosor del edificio, vemos lo que habitualmente se esconde, vemos las soluciones específicas frente a los problemas de cada lugar, vemos como el plano pasa a ser otro elemento a habitar, a ser, a vivir.

-Una imagen. Pensar a través de una imagen y cómo esta imagen puede reformular un lugar. Que el lugar sea unos campos en Holanda, con canales y agua por todos lados. Que este sea el espacio en el que organizar un campeonato de futbol obligando a modificar las reglas del juego y, también, la relación con el lugar. Cómo negociar con un lugar y cómo visualizarlo. Que Polder Cup, el campeonato, se convierta en un encuentro que va definiéndose mediante la acción de los participantes, mediante el hacer algo serio y bien organizado que incorpora también el humor. Pensar, también, en todas las imágenes que a través de la publicidad inundan nuestra percepción de los lugares; imágenes superpuestas en otras imágenes. Pensar en cómo –por un momento y desde un punto de vista- eliminar todas estas referencias comerciales para dejar el espacio desnudo y, ahora, con una capa de algo así como abstracción artística. Que la complejidad artística pueda ser un momento de reflexión sobre la ciudad y al mismo tiempo un deseo para la eliminación de la sobresaturación. Maider López en Shanghái con Line off Sight. Maider López en Nueva Zelanda con Off_sight.

-Un tiempo. Además de imágenes y lugares, pensar en el tiempo como un factor determinante para la creación artística. El tiempo cuando ocurre, el tiempo que se registra, el tiempo que se mantiene, el tiempo que permite un desplazamiento. Maider López paseando y recogiendo una piedra en un lugar para, tres kilómetros después y una longitud de tiempo indeterminada, dejarla en una nueva ubicación. El tiempo de este recorrido indeterminado, el gesto y la narración. Y Maider López recuperando fuentes que ya no están en el espacio público –y en el tiempo público- para que vuelvan a aparecer. Fuentes públicas, esos momentos en los que siendo una persona de a lo mejor 7 años bebiste agua de esa fuente en una pausa de tu juego. O esa fuente en la que bebiste otra vez agua esperando a alguien siendo adolescente en nervios primaverales. Juntar todas esas fuentes perdidas en la historia para que vuelvan al presente, para que sean presente, para que nos recuerden cómo nos relacionamos y nos hemos relacionado con el espacio público.

-Una acción. En una piscina en Rennes, cambiar el ritmo. Que todas las personas tengan que nadar a la velocidad del más lento y que, mediante la lentitud y los colores de los gorros, se generen líneas en el agua que se van construyendo y rompiendo. De la superficie rectangular de una piscina pasar a círculos, momentos, encuentros y negociaciones. De lo esperado pasar a una coreografía en la que los participantes construyen el lugar fuera de las normas habituales. Nadar para construir conjuntamente, nadar como una acción a la que cambiarle el sentido.

-Una rampa. Un proyecto no realizado. Una propuesta en la que acción, tiempo, imagen, arquitectura, paisaje, paseo y gesto se entrelazan. Plantear el espacio, su uso y significado, pensar en la sala de exposiciones como algo así como una antesala. Pensar en el andar, en el deseo de llegar, pensar en que ese momento previo sea el momento importante. Descubrirse en el recorrido, que la acción sirva también para ver el espacio, para generar esos otros puntos de vista, para mirar con otros ojos y para ser parte de algo.

Un proyecto pensado en dos niveles: en la sala principal tenemos una rampa. El espacio se ha modificado y pasa a ser un camino hacia la segunda planta. Y ya en la segunda planta encontramos referencias a obras de Maider López que se relacionan con lo que acaba de pasar: líneas que se trazan, movimiento, generación de situaciones y modificación de espacios. En la segunda planta se entiende todo como documentación, mientras que en la primera parte la acción es un ahora, es un aquí. Sin necesidad de anunciarlo.

Pensar en una rampa como una situación de impasse que se descubre como importante. Pensar en esos momentos sin supuesta importancia, en esos transcursos entre objetivos, pensar en cómo volver a mirar, en cómo volver a aprender a mirar. Una rampa que no sigue la lógica de velocidad habitual, una rampa que invita a perder el tiempo y a perderse en giros. Una rampa que va subiendo un nivel y una rampa que sigue siendo algo funcional aunque con cierta disfuncionalidad. En la subida, serán las personas que visitan la exposición aquellas que descubran cómo nos relacionamos con el espacio a partir de, precisamente, un modo de relación distinto. Subir por donde no toca, subir y que el gesto sea lo importante. Lo que es un objeto secundario –la rampa- pasa a ocupar el centro, el núcleo, el foco de atención.

Las rampas acostumbran a ser un problema arquitectónico, acostumbran a ser algo que desmonta escaleras para seguir normativas. Pero las rampas también tienen una historia importante en el arte contemporáneo y su institucionalidad. La rampa en el Guggenheim de Nueva York, la subida de las escaleras mecánicas en el Pompidou en Paris. La rampa en el Macba de Barcelona. Sistemas pensados para un andar distinto, sistemas que son preparación y también acción. Una rampa separa y acerca dos lugares. Una rampa necesita de cierta funcionalidad para que tenga sentido.

Pensar que una rampa, con su carga de funcionalidad, nos libera también del espacio expositivo. La sala de exposiciones pasa a ser algo así como un preámbulo, un momento casi de tranquilidad en el que, de golpe, algo está pasando sin que lo esperemos. La rampa y el tiempo, la rampa y las personas, la rampa y llegar arriba. Una vez arriba, podremos volver la mirada atrás para descubrir –una vez más- el espacio pero ahora desde lo ya recorrido, desde la experiencia vital, desde el volver a empezar de nuevo. Con todo lo demás. Con todo lo que nos espera.

Desvelando las conexiones de lo real. Fulya Erdemci

¿Por qué no nos reímos a carcajadas con los proyectos de Maider López, si la mayoría de ellos son intensamente humorísticos, rozando, a veces, lo absurdo?: gente de diversos ámbitos creando un atasco en el monte Aralar, o jugando partidos imposibles en campos de fútbol atravesados por canales de agua en los polders de Ottoland, u 86 nadadores tratando de nadar en línea recta en una piscina de Rennes.

En lugar de con sonoras carcajadas, nos gusta participar en los proyectos de Maider López con una sonrisa leve y discreta de gozo —como en las películas del cineasta francés Jacques Tati—, más acorde con el estilo de humor de la artista. López nos hace experimentar con el estado de las cosas realizando pequeños cambios, pequeñas alteraciones y movimientos en su orden. A través de detalles de la vida cotidiana, de los espacios que nos rodean o las relaciones triviales y ordinarias entre las personas, en sus proyectos vamos entendiendo la estructura y el orden de las cosas y nos hacemos conscientes de su fragilidad, comprendiendo que fácilmente podrían ser de otra manera.

La autoorganización crea caminos colectivos
Modelos de sociabilidad

El trabajo de López implica a menudo la participación activa de los espectadores; podríamos decir que incluso se estructura alrededor de dicha participación, involucrando a personas de diversos ámbitos sociales para crear situaciones inusuales, encontradas y casi siempre imposibles. Mediante propuestas de modelos específicos de sociabilidad, López tiene la capacidad de activar a la gente para hacer cosas: utilizar toallas rojas en una playa de Zumaia, unirse para ampliar (simular) de forma temporal el edificio del Museo Guggenheim Bilbao o hacer que desaparezca el Puente de las Cadenas de Budapest bajo centenares de paraguas del mismo color que el Danubio, por ejemplo.

«Así, cada persona que acudió al atasco lo hizo por razones diferentes, y eso es lo que me interesa. Normalmente vamos a una manifestación porque estamos de acuerdo con una idea o ideología», decía López en una conferencia respondiendo a una pregunta sobre el proyecto Ataskoa que llevó a cabo en 2005 en las montañas de Aralar, en el País Vasco. El proyecto reunió a numerosas personas, grupos, comunidades de diferentes clases, edades y géneros de la región, incluyendo a los propios habitantes de Intza, el pequeño municipio donde se desarrolló. Es más, había personas que vinieron por razones totalmente opuestas: por un lado, amantes y coleccionistas de coches, que acudieron para exhibir sus automóviles antiguos, y por otro, ecologistas que entendieron el evento como una oportunidad para reaccionar contra la cultura del automóvil y la contaminación que provoca. Aunque aparentemente hay una causa política evidente en la participación de los ecologistas, a López no le atrae especialmente la idea de crear proyectos que se mueven entre el arte y el activismo. Su interés se centra más en los modelos microsociales en los que prevé y crea posibilidades de encuentros inesperados, íntimos y únicos entre las personas.

«Toda obra de arte produce un modelo de sociedad, que transpone el ámbito de lo real o podría traducirse en él. Entonces, frente a una producción estética, podemos preguntarnos: ¿esta obra me autoriza al dialogo? ¿podría yo existir, y cómo, en el espacio que esta obra define?». Nicolas Bourriaud propuso el criterio de coexistencia cuando definió el arte de los años noventa como «arte relacional», que describe como «una serie de prácticas artísticas que toman como horizonte teórico la esfera de las interacciones humanas y su contexto social, más que la afirmación de un espacio simbólico autónomo y privado».

La «relacionalidad» de la obra de arte con su entorno físico, urbano, social, político y económico y su contexto histórico, además de su interacción con los públicos, es también crucial en la práctica de López. Desde esa perspectiva, su trabajo puede enmarcarse dentro de la estética relacional. Sin embargo, aunque sus proyectos se basan principalmente en las relaciones humanas, también lo visual y lo formal son aspectos significativos de su trabajo, uniendo estética relacional con forma. Realiza convocatorias festivas o proyectos basados en acciones que promueven micro-socializaciones en las que siempre hay un componente visual y una organización espacial formal muy fuerte, haciendo de cada uno de los proyectos una obra de arte singular y única.

La artista diseña estrategias y planes específicos para cada contexto, articulando las relaciones de la vida cotidiana con el fin de investigar y probar cómo y en qué condiciones pueden reunirse individuos de diferentes ámbitos de la sociedad para actuar juntos, especialmente en estos tiempos de relaciones tan precarias. Sin embargo, la práctica de López va más allá de cultivar las relaciones humanas o fortalecer al público para desarrollar su capacidad de cambio. López crea situaciones temporales para reflejar las singularidades y subjetividades, al tiempo que construye una plataforma común que las acoge para actuar de forma colectiva.

La coexistencia y lo híbrido subyacen en su obra, como vemos en Football Field, proyecto que desarrolló en el contexto de la 9ª Bienal de Sharjah, en 2009. López convirtió una plaza tradicional de la ciudad en un campo de fútbol en el que coexistían el resto de funciones comunes del lugar y en el que el mobiliario urbano como bancos y farolas interfería con el juego, creando una situación a la que tanto los jugadores como los usuarios habituales de la plaza tuvieron que adaptarse, viviendo una experiencia poco común en el espacio público urbano y dando pie a interacciones y comunicaciones únicas. Desafiando el diseño vertical y las funciones establecidas de la arquitectura y el espacio público urbano a través de leves alteraciones e intervenciones, la artista trata de reinventar el espacio público con las acciones, usos y hábitos cotidianos de un público muy diverso.

En ocasiones, Maider López toma como punto de partida de sus proyectos el contexto espacial y contenido específico de un lugar/geografía (como las montañas de Aralar, los pólderes de los Países Bajos o el puente sobre el Danubio) y genera eventos en dichos emplazamientos; otras veces, en cambio, localiza y pone de relieve espacios públicos ya existentes que tienen esa capacidad para crear confrontaciones microsociales e interacciones híbridas. En In Situ (2012), por ejemplo, seleccionó 9 espacios públicos en Urdaibai en los que es posible que se produzcan breves momentos de encuentro: una fuente donde la gente acude para llenar sus botellas, un paso a nivel o los dos bancos a la entrada del ayuntamiento de Bermeo que propician encuentros encuentros inusuales.

Por otro lado, en el trabajo Making Ways (2013) realizado con ocasión de la 13ª edición de la Bienal de Estambul, López analizaba los movimientos colectivos espontáneos de los habitantes de la ciudad en el cruce de peatones de Karaköy: centro neurálgico de la ciudad donde confluyen numerosos medios de transporte y donde automóviles y peatones comparten espacio. Filmó el cruce desde el aire para realizar un vídeo, del que extrajo y resaltó las rutas colectivas que los peatones tomaron aleatoriamente durante 2 minutos y 15 segundos, desde las 18:03 hasta las 18:05 del 2 de agosto de 2013. Tras descubrir el potencial latente en las prácticas diarias de los habitantes de la ciudad, la autoorganización a través de pequeñas acciones diarias, López creó un «manual» de instrucciones sobre posibles modos de cruzar las calles, y quizá algo más: «Es más fácil actuar en grupo» o «La autoorganización crea caminos colectivos».

La pared es nuestros supuestos
Regímenes de representación

La mayoría de nosotros estamos convencidos de la necesidad de que existan contratos sociales, espaciales y constitucionales que regulen las prácticas comunes. Más aún, creemos en su racionalidad y en las estrictas normas que hay detrás: la arquitectura, las ciudades (entornos construidos) y las sociedades en las que vivimos. Ya sean detalles mínimos o configuraciones más grandes, no tendemos a cuestionarlos sino que hacemos lo posible por apropiarnos de todo ello. Con dichas convicciones como punto de partida, los proyectos de López no solo crean lugares y situaciones diversas que dan pie a una experiencia genuina del espacio, también «nos hacen ser conscientes de aquello que aceptamos no ver, es decir, lo que damos por hecho».

Independientemente de su contenido y su contexto, los proyectos de López se centran exclusivamente en las personas y los espacios, y en cómo se relacionan unos con otros. Su práctica está marcada por intervenciones espaciales que revelan de forma sutil esas relaciones que determinan nuestra percepción, articulando sistemas de representación con la experiencia del público. Cuando visitamos una galería o un museo, nuestras apreciaciones y comentarios sobre la exposición suelen centrarse en los trabajos expuestos, y no tanto en la manera en la que los percibimos: obras de arte y arquitectura. Normalmente nos fijamos solo en las obras expuestas en las paredes del «cubo blanco» que están físicamente abstraídas y aisladas de toda posible connotación que pudiera interponerse en la forma y contenido de los mismos, y tendemos a ignorar la arquitectura y la organización espacial del lugar, dando por hecho que es algo que facilita la percepción «pura» de las obras. Es más, tendemos a pensar que la percepción carece de intermediarios y es también pura. En su emblemático libro sobre la ideología de los espacios expositivos, Brian O’Doherty afirma que: «La pared inmaculada de la galería, aunque sea un producto frágil y sumamente especializado de la evolución, es impura. Subsume el comercio y la estética, la ética y la conveniencia, al artista y al público […] La pared es nuestros supuestos».

A través de intervenciones espaciales, Maider López busca interrumpir aquello que damos por hecho y lo que esperamos, interfiriendo en la relación entre público, obra de arte y espacio. Por ejemplo, creó suelos móviles inestables para influir en la experiencia inicial del público que entraba en el Pabellón Central de la 51 edición de la Bienal de Venecia (2005), añadió paredes a la sala de proyectos de ARCO 2007, ocupando la práctica totalidad de la misma y dejando al público sin apenas espacio como alegoría de las ferias de arte, y obstaculizó el espacio expositivo en Caixa Forum colocando 110 columnas en 2006. Asimismo, en su último proyecto Desplazamiento (2015), expuesto en la sala de exposiciones de Koldo Mitxelena Kulturunea de San Sebastián, las paredes inusualmente gruesas del espacio expositivo han sido duplicadas con un movimiento frontal de 140 cm y un desplazamiento lateral de 190 cm. De este modo, la artista interfiere con la percepción del público y altera la relación entre el espacio (como contenedor) y la obra de arte (como contenido): la arquitectura se convierte en la propia obra de arte. Estas nuevas paredes, al tener 50 cm de altura, se convierten en objetos esculturales abstractos que pueden observarse desde arriba, dejando ver el tamaño real y la escala de las paredes con respecto al plano de la sala de exposiciones.

Sus indagaciones sobre la semiótica del espacio han sido un tema que se repite en varios de los proyectos que ha creado para museos. Entendiendo todo el espacio de una galería como nuestro campo visual, por ejemplo, López señaló la existencia misma de dispositivos técnicos tales como el aire acondicionado o los equipos de vigilancia, y las señales que damos por supuestas. En 2008, en el Museo MARCO de Vigo, multiplicó las cámaras de seguridad ya existentes y creó una instalación en la que la ubicación de los dispositivos imitaba la expansión por contagio de organismos de tipo fúngico por todo el museo. En el marco de la 5ª edición de la Bienal de Espacio Público (SCAPE), en 2008, añadió más señales a las ya existentes en la galería de arte Christchurch, remarcando que las políticas de «uso fácil» de los museos en ocasiones van más allá de sus objetivos.

López no solo interviene en la fisicidad de los espacios para alterar la percepción que tenemos de ellos, también interfiere directamente en nuestra percepción con sutiles cambios de perspectiva. En el proyecto Off_Sight (2008), a través de una convocatoria abierta, citó a los habitantes de Christchurch (Nueva Zelanda) en el principal centro comercial al aire libre de la ciudad, el 4 de septiembre de 2008, con el fin de ocultar entre todos los anuncios y rótulos de tiendas y empresas. Coreografió las posiciones y posturas de la gente, que portaba objetos cotidianos tales como un paraguas, una maceta, una tarta de cumpleaños, una guitarra, una maleta o globos, de forma que desde cierta perspectiva todos los carteles publicitarios quedasen invisibles. El proyecto no solo buscaba reunir a un número de personas a través de un acto social para cubrir las señales de la vía pública; según la propia artista, pretendía «que la gente sea consciente de su capacidad para transformar los entornos urbanos y construir la ciudad».

Aunque la escena resultante sea una situación altamente improbable e incluso absurda –con personas en posturas extrañas con diversos objetos en sus manos, estirando los brazos, sentadas, leyendo, caminando o subidas a un pivote para tapar los carteles publicitarios–, no deja de representar la posibilidad de transformar nuestro entorno a través de acciones, aunque éstas parezcan no tener sentido a primera vista.

Sigue a alguien que lleve gafas hasta que llegue a algún lugar
Creando mapas

La compleja relación entre estructura y caos, lo racional y lo irracional, la causalidad y la coincidencia, marca el trabajo de López y pone de relieve la sorprendente necesidad de la coincidencia y la influencia de los sucesos fortuitos en la vida. Lo que parece más improbable puede ser lo que ocurra con mayor probabilidad, pero para ahondar en este tema necesitamos grandes dosis de paciencia y esfuerzo, tal y como demostró la artista en Crossing, el proyecto que realizó en Rotterdam (2006) durante un programa de residencia.

La coincidencia de los colores de ciertos elementos arquitectónicos con el color de la ropa de las personas que pasaban por delante de un edificio llamó su atención, y así comenzó a pensar sobre esta relación que hace que el peatón quede camuflado. Para hacer que las probabilidades de hallar esas yuxtaposiciones fueran mayores, se dedicaba a buscar personas que vistiesen ropas de un color peculiar y las seguía hasta que dicha coincidencia se daba. Otras veces escogía edificios con una fachada de un color prometedor y esperaba a que pasase alguien que llevase ropa del mismo color (o combinación de colores) que el edificio. Aunque no seamos capaces de entender si hay alguna ley detrás de esas casualidades, o de averiguar si hay alguna razón cultural para que esas personas elijan ciertos colores, sí podemos hacernos una idea de lo que conlleva crear un proyecto de estas características y de cómo se ha relacionado la artista con la ciudad, yendo de un lado para otro sin rumbo, siguiendo o buscando un color tras otro. La artista crea su propio juego de deambular por la ciudad siguiendo el concepto situacionista de «deriva», es decir, recorriendo la ciudad de forma no planificada, siguiendo tan solo los sentimientos que le despiertan una característica arquitectónica particular, la textura urbana de un lugar en concreto o la organización espacial de una calle, en vez de seguir los mapas urbanos oficiales que no solo categorizan a las ciudades según el comercio, el turismo y los intereses ideológicos, sino que limitan nuestra experiencia al respecto.

«Sigue a alguien que lleve gafas hasta que llegue a algún lugar» es una de las indicaciones de las postales que creó Maider López para el proyecto Another Via llevado a cabo en Jerusalén en 2009. A través de esas instrucciones tan específicas, relacionadas con elementos muy comunes que podemos encontrarnos en cualquier momento y en cualquier ciudad, la artista trata de liberarnos de los límites establecidos por una estructura concreta para que seamos libres de perdernos por la ciudad y disfrutar de este tour planificado y no planificado al mismo tiempo. López prolonga su tributo a la Internacional Situacionista en How Do You Live This Place? (2010), creando un mapa «psicogeográfico» de la localidad de Huntly, en Escocia, con la ayuda de sus vecinos. Allí pidió a los habitantes del pueblo que colocasen piedras de colores en varias partes de la municipio, conforme a los sentimientos y recuerdos que dichos lugares les evocaban. Los colores de las piedras seguían ciertos códigos: por ejemplo, el rojo quería decir «me gustaría cambiar o mejorar este lugar» y el azul «aquí tuvo lugar un acontecimiento importante en mi vida». A través de esta acción, López buscaba generar un mapa colectivo de la ciudad, haciendo que las percepciones invisibles y subjetivas de sus habitantes se tornasen visibles.

En el proyecto Moving Stones (2015), hace alusión a la transformación invisible del paisaje de Uçhisar, en Capadocia; una geografía muy característica con formaciones geológicas poco comunes y rocas de estructura blanda, resultado de grandes explosiones volcánicas y otros fenómenos naturales. Se dice que la capa de las rocas pierde entre 2 y 3 centímetros cada año debido a la lluvia, la nieve y el viento. Teniendo en cuenta este cambio invisible pero considerable del paisaje, Maider López se dedicó a hacer caminatas diarias en las que movía piedras de un lugar a otro. Sus itinerarios espontáneos y no planificados se documentaban a través de coordenadas de GPS y pares de fotografías que mostraban el emplazamiento original de la piedra y el lugar al que había sido movida. «No se trata de ninguna piedra especial —dice la artista—, es solo una piedra que se convierte en especial al cogerla y transportarla». Las piedras no tienen ningún valor especial, ni el movimiento de estos pequeños elementos crea cambios visibles ni sustanciales en el paisaje. Al igual que el traslado de mármol desde Italia a otras partes del mundo para su empleo en el arte o la arquitectura, o la obsidiana de Anatolia para la especulación y creación de objetos preciosos que también quedan fuera del alcance de nuestra vista (y por tanto nos son invisibles), López mueve piedras que de no ser así permanecerían en ese lugar durante cientos o miles de años, hasta la llegada de un fenómeno natural de grandes proporciones. Desde esta perspectiva, cambia la naturaleza de forma física y «medible», y también permanente, aunque a una escala muy pequeña, para recordarnos que nuestras acciones, por pequeñas que sean, siempre tienen un impacto.

A través de detalles ínfimos, López nos inspira para rastrear y desenredar la compleja red de relaciones que estructuran el modo en que vivimos. Entre lo inútil y lo imposible (pero siempre serios y precisos), entre lo irracional y lo casual (pero nunca absurdos o poco razonables), y entre la trivialidad de la vida cotidiana y las cuestiones existenciales y metafísicas (pero siempre con un toque de ingenio), sus proyectos desvelan las conexiones de lo real para exponer las posibilidades de lo imaginario; unas posibilidades que realmente tienen la capacidad de transformar la realidad.

Anne–Claire Schmitz: Polder Cup, 2011

Cuando Maider López respondió a la invitación de Witte de With y SKOR de desarrollar un proyecto para la serie Between You and I, a nadie le sorprendió que la artista propusiera un trabajo que nos obligaba a implicarnos más directamente en el ámbito público, y en realidad, con un público ajeno al arte. No es ningún secreto que este tipo de posturas artísticas suelen presentar a las instituciones dificultades prácticas e ideológicas. Las instituciones públicas como Witte de With son conscientes en todo momento de lo difícil que es hallar el equilibrio entre el deseo de “salir a la esfera pública” y el miedo a caer en un terreno populista y de aproximación al arte desde un punto de vista funcional.

En nuestra opinión, la propuesta de Maider López Polder Cup logró mediar entre estos dos extremos, entre otras razones porque el proyecto exigía que un centro de arte contemporáneo asumiera el reto de hacer participar a otros públicos y de conectar con ellos. Witte de With y SKOR pusieron en marcha Between You and I con el fin de dar una mayor presencia pública a esa especie de enfoque racional del arte que ambas instituciones defienden y con el que están comprometidos.

Es lógico que alguien se pregunte por qué Witte de With, que más de una vez ha sido acusado de promover un elitismo cultural, decide participar en un proyecto estructurado en torno a un campeonato de fútbol en los pólderes holandeses. La respuesta es muy sencilla: estábamos plenamente convencidos de que el trabajo de Maider López conseguiría activar el lenguaje universal del fútbol y el poder icónico y simbólico del paisaje tradicional de los pólderes como un terreno en el que desarrollar procesos de reapropiación, reinterpretación y transformación del espacio público.

Los proyectos en los que la participación es tan abierta son especiales porque abren las puertas a todo tipo de potencial interpretativo. A lo largo de su ejecución, el carácter público absorbió Polder Cup y por momentos se apropió activamente del evento (voluntarios, jugadores, visitantes, animadores, medios de comunicación, etc.). Polder Cup no podría existir sin este concepto de apropiación, ya que se basa en la experiencia de todos los que participaron: la prensa, que realizó una amplia cobertura del proyecto, destacaba el impacto de la transformación del paisaje holandés o ponía de relieve la experiencia de un evento deportivo único y exclusivo; más de cuarenta personas plasmaron su motivación y curiosidad en una experiencia de voluntariado; los equipos de fútbol estaban formados por individuos o grupos de artistas, arquitectos, compañeros de trabajo, estudiantes, habitantes de la zona, amigos, equipos de fútbol ya existentes… y todos jugaban por el bien del arte, el paisaje, la camaradería, la amistad, el espíritu comunitario o simplemente por diversión. Lejos de participar en una simple “colectividad”, cada uno de estos protagonistas activó Polder Cup mediante la adopción de diversas posturas comprometidas.

 

Anne–Claire Schmitz — Witte de With

 

Ixiar Rozas: In Situ, 2012

DIE URSACHE. LAS COSAS

1. Fuente Iturriondo. Gernika

Un cuerpo va de un lado a otro, al ritmo de cada paso. Una hermosa mañana, no sé exactamente a que hora, me pongo una visera en la cabeza, abandono el cuarto de los escritos y salgo a la calle. [1] Pasos, líneas espaciales, líneas temporales, emito un relato. Al rato llego a una fuente. Dicen que Maritxu se vistió de Bartolo y Bartolo de Maritxu, y que decidieron autocelebrarse, componer una canción a partir de la tradicional. Una canción maleable y porosa, para ser cantada por un coro celestial pero también en un karaoke decadente. La cantaron como si fuera un manantial, un mantra continuado. Un perro se refresca en la fuente. Mira las nubes. Cuando el agua, ese bien común tan maltratado, se rebela, muestra su ser indócil. Las inundaciones no son un capricho de la naturaleza. Imagino un país sumergido en agua, todos los días del año, una ciudad invisible cualquiera. El perro pisa una piedra. Llenar una fuente de vino blanco y dejar que corra.

2. Paso a nivel. Gernika

En este lugar me gustaría organizar una boda. Una boda real sin reyes. Una ceremonia que entrelace a todas las personas que han estado a punto de ser atropelladas en estos raíles. Supervivientes. Una boda que ponga a un lado a los supervivientes y en el otro a los que construyeron el ferrocarril, separados por la línea del olvido. La ceremonia se terminaría con: “Yo os declaro…”. Este texto no es premeditado y si tuviera que rescribirlo lo dejaría como está.

3. Puesto Rosario. Plaza Mercado. Gernika

Hablar de un álbum de fotos puede parecer trasnochado. Un álbum con cuerpos, rostros, manos, pies, uñas, dientes, pelo, huesos y tuétanos en plena era de lo inmaterial, de la ausencia del cuerpo, de los olores, de las vísceras, de tu carne y la mía en plena noche. Ocupar un espacio rectangular, una vez al día. Ocupar ese espacio, llenarlo de cuerpos, de cosas. Situarse en medio del rectángulo y mirar desde allí todos los ángulos de unas vidas que se afirman con su presencia.

4. Buzón. Betrokolo. Mundaka

Un buzón puede ser una casa para hormigas e insectos. Camino, trazo una línea de tiempos y espacios, un diagrama para hormigas e insectos. Vuelvo a robar una frase de un texto conocido y la transformo. Out of the redness comes the blue. [2] Mirar desde dentro del buzón hacia fuera. Escucho el rumor del agua. Parece un riachuelo muy fértil. Ladridos de perros, varios perros. En esta coreografía móvil no hay puesta en escena, la situación se conforma a cada paso. También podría decir out of the blue comes the redness y pensar que las cosas pueden tener un ligero acento femenino con olor a carne.

5. Rocas Txatxarramendi

A ella, a la medusa, le cortaron la cabeza. Por su belleza y también para usarla como escudo defensivo. El mito de la medusa ha sido usado desde entonces como símbolo de la belleza y también como rostro de la brutalidad. Convertida en escudo, deviene guardiana, protectora. Dicen que el lenguaje, las palabras, se hacen de piedra si no las miramos de frente. Dicen que el dinero es de piedra de todo lo que lo hemos mirado de frente y que está esperando a que alguien lo redima. Ella, máscara sin cuerpo, máscara a la búsqueda de un cuerpo acéfalo. El encuentro se da a orillas del mar. Ahí está y ahora nos mira desde una roca.

6. Barco a Laida. Txorrokopunta. Mundaka

Pido a alguien que me cuente un recuerdo de su infancia, un recuerdo que empiece aquí. “Siempre me cuentan que cogí el barco nada más nacer, con cinco días. Movía mucho los brazos y como tenía las uñas largas, me arañé y empecé a llorar muy fuerte. Mi llanto molestó a una mujer que estaba sentada a mi lado, ella quería mirar el paisaje. La mujer se cambió de asiento, yo dejé de llorar y para entonces ya habíamos llegado”.

7. Barandilla, La Atalaya. Mundaka

Modos de utilizar una barandilla:

  1. Tocarla
  2. Deslizarse sobre ella
  3. Caminar de puntillas
  4. Pasar de largo sin tocarla
  5. Colgarse de ella
  6. Chuparla
  7. Tumbarse en ella
  8. Romperla
  9. Coger un trozo de hierro
  10. Utilizar ese trozo de hierro para romper un adoquín
  11. Utilizar ese trozo de hierro para pegar a alguien
  12. Utilizar ese trozo de hierro para pegar a alguien sin hacerle daño
  13. Patinar
  14. Untarla de aceite y cocinar sobre ella
  15. Cubrirla con una tela y construir un refugio

8. Frontón, La Atalaya. Mundaka

Una vez puse mi mano en una escultura de un artista vasco. Era un espacio metafísico con forma de frontón. El hierro estaba frío. Nos separaban los años, el tiempo y el recorrido veloz de una pelota imaginaria entre las dos paredes que completaban el rectángulo. Estaba llenando con mi mano su espacio vaciado, en un horror vacui compulsivo. Alguien camina lentamente recorriendo el perímetro del frontón. Desde allí, mirar todos los ángulos de unas vidas que se afirman con su presencia. El vacío se llenó también con las cosas. Die Ursache, la causa, no hay una Ursache[3]. Las cosas se deslizan y aún siguen allí.

9. Ayuntamiento de Bermeo

Somos moros, escribe Joseba Sarrionandia, somos moros entre la niebla. También nosotros somos moros, dice, todos somos moros para los demás. Escribe que hay moros buenos y moros malos. “No todos los moros son iguales, tampoco todos los vascos son iguales. Tú eres negro, dice el dueño de la casa, para que el negro tenga que decir que no todos los negros son tan negros”. [4] Marineros separados por la línea del olvido. Die Ursache, la causa. (Ur)gauza, la cosa de agua. Escucho el rumor del agua. Una vez escribí sobre la atopía, una manera de referirme a la ausencia de espacios y utopías que hagan posible ¿una transformación?, ¿cambiar algo por nada? Recuerdo que escribía: vivimos la atopía en las calles cada vez más privatizadas de nuestros pueblos y ciudades, con la sensación de que el suelo se mueve bajo nuestros pies, con un malestar epidérmico. Ahora, estés donde estés, espero seguir leyéndote pero, sobre todo, espero. Cuando nuestros ojos se tocan, ¿es de noche o es de día?

 


[1] Interpretación del inicio de Walser, Robert (1997) El paseo, Siruela, Madrid

[2] Me refiero a la frase “Out of kindness comes redness” [Por amabilidad surge la rojez] de un fragmento de Stein, Gertrude (1914) Tender buttons: objects, food, rooms.

[3] Interpretación de un pasaje de Cixous, Hélène (2009) El amor del lobo y otros remordimientos, que a su vez hace referencia a una autobiografía de Thomas Bernhard.

[4] Sarrionandia, Joseba (2010) Moroak gara behelaino artean? Pamiela, Iruñea, p. 702. Traducción propia.

 

proyecto

Theo Tegelaers: Polder Cup, 2011

Fútbol en el pólder

El trabajo Polder Cup de Maider López surge de una colaboración entre el Centro de Arte Contemporáneo Witte de With y SKOR, una fundación holandesa que promueve la presencia de arte contemporáneo en espacios públicos. En 2009, ambos centros decidieron trabajar juntos en el proyecto Between You and I que se ideó para la fachada del edificio del Witte de With y que versaba sobre los límites entre la esfera pública y la institucional. Se creó una interfaz entre la audiencia y el público general mediante el uso de esta fachada como panel publicitario para exponer el programa de Witte de With en torno al tema de la moralidad.

Maider López no quiso desaprovechar esta oportunidad de cubrir temporalmente la fachada del Witte de With como modo de evaluar las aspiraciones de un centro de exposiciones de arte contemporáneo que trabaja en el dominio público. La implicación de SKOR, un centro especializado precisamente en la esfera pública, legitimaba en gran medida su propuesta. La idea parece sencilla: un torneo de fútbol en una de las expresiones más iconográficas del paisaje holandés: el pólder. Al principio no parecía un lugar demasiado especial, pero a lo largo del desarrollo del proyecto quedó patente que este escenario era el resultado de una estrategia meticulosamente pensada. Maider López colgó en la fachada del Witte de With un banner gigante con un montaje fotográfico de los campos de fútbol en un pólder. No sólo servía para anunciar el proyecto, sino que al mismo tiempo hacía referencia al pólder de Ottoland, donde tendría lugar el evento, cerca de Graafstroom (Países Bajos). Witte de With se convirtió en el centro de coordinación para la inscripción de participantes y voluntarios.

El pólder sería el lugar en el que SKOR y Witte de With se comprometerían con un nuevo contexto social en el que el fútbol sirve para unir a personas de distintos contextos.

Los holandeses son conocidos por su cultura del consenso, es decir, por buscar acuerdos a través del diálogo para crear un consenso que perjudique lo menos posible a todos los implicados. En el ámbito público, este fenómeno se expresa muchas veces a través de una excesiva regulación que hace que haya muy poco margen para las interpretaciones espontáneas o ambiguas en relación con el uso del espacio público. Las interpretaciones individuales apenas tienen cabida en la cultura del consenso porque son restringidas inmediatamente por el reglamento. Este enfoque queda perfectamente reflejado en la prolongación de debates y negociaciones acerca de quién decide las normas y cómo son aplicadas.

Maider López pretendía que Polder Cup desorganizara los hábitos cotidianos y transformara la función agraria tradicional del paisaje del pólder en una más recreativa, en este caso, un campo de fútbol. Para ello recurrió al poder y al impacto visual de la imagen: de hecho, este proyecto fue desarrollado a partir de la imagen. El espacio público es su espacio de trabajo y ella actúa como la directora del mismo. Utiliza las localizaciones que elige para sus proyectos como estudios provisionales que primero hay que organizar, lo cual requiere una atención meticulosa a los detalles durante la fase de preparación que sin duda se puede apreciar en la ejecución de Polder Cup. Además, el contexto social también juega un papel importante. El carácter abierto del evento y su peculiar naturaleza atraen a personas con inquietudes y dispuestas a participar.

Es posible que para algunos Polder Cup no sea más que un evento bien organizado y un motivo suficiente para disfrutar de una jornada divertida y relajante en compañía de los demás, mientras que otros reflexionarán sobre las posibles implicaciones de este proyecto. Para Maider López se trata, en última instancia, de crear imágenes nuevas, imágenes que tienen la capacidad de cuestionar los factores sociales en el arte, el papel del público en el espacio público y la relación entre lo colectivo y lo individual.

A la hora de organizar el espacio público, solemos eludir la cuestión de si realmente satisface todos los requisitos necesarios. Por ejemplo,  ¿los cambios introducidos brindan oportunidades que faciliten usos del espacio público anteriormente no previstos? Asimismo, en ocasiones no nos percatamos de cómo influyen estos cambios sobre la conducta social. ¿Hasta qué punto dirige el espacio público nuestro comportamiento?

Maider López quiere romper los patrones de conducta tradicionales con sus proyectos e intervenciones en el espacio público. Mediante la introducción de nuevas normas, desea abordar a las personas como individuos y como miembros de la comunidad. Sus proyectos promueven la interacción y la comunicación. En su obra es fundamental la comunicación entre artistas y centros de arte, entre gobiernos y grupos sociales y, finalmente, entre los propios individuos. En este contexto, una imagen visualmente sugerente puede tener un papel decisivo.

 

Theo Tegelaers

 

proyecto

Ilse van Rijn: Polder Cup, 2011

Juego desordenado

La fachada del Witte de With en el centro de Rotterdam estaba cubierta con un banner verde, hierba que mostraba imágenes de campos atravesados por canales y marcados con líneas blancas. Unidos, los terrenos formaban cuatro campos de futbol, uno grande y tres pequeños. Las líneas en tiza aparecían irregulares en comparación con las perfectas líneas rectas de los canales que dividían los campos de juego en bloques asimétricos, salpicados de hoyos y salientes. El banner invitaba a los transeúntes a participar en un partido de fútbol en los pólders, pero los  poco convencionales campos de juego advertían de la necesidad de adaptar las reglas del juego a una nueva situación.

Los participantes debían afrontar cambios de las reglas del juego y las interrupciones de su desarrollo en campos de fútbol que dividían el paisaje de los pólders parcelados: el terreno y los canales pantanosos característicos de este típico paisaje holandés establecían la forma de  jugar. El anuncio del proyecto en el Witte de With también supuso que el centro de arte se convirtiese en tema de debate – y fuese, de nuevo, redefinido-. No sólo el ‘pintoresco paisaje’ del banner contrastaba intensamente con la arquitectura del instituto, sino que el gran  ‘póster’ para el evento deportivo rebautiza implícitamente el Centro de Arte Contemporáneo como el centro de información oficial del campeonato: fue el lugar donde los potenciales  jugadores podían inscribirse y desde el cual partían los autobuses que llevaban a los participantes y al equipo de trabajo a los campos de juego en Ottoland, en el distrito de Graafstroom. Estas situaciones de inscripción en el Witte de With y traslado de participantes, por tanto, formaron parte de Polder Cup, un proyecto desarrollado por la artista Maider López (1975) invitada por SKOR en colaboración con el Witte de With.

Los participantes potenciales podían inscribirse en el campeonato de fútbol de forma individual o por equipos. Los árbitros garantizaban que los partidos se jugasen equitativamente y un «maestro de ceremonias» iba diciendo quién tenía que estar dónde y a qué hora. Él anunciaba los resultados después de cada ronda, cuartos de final seguidos de la semifinal, y a continuación la final: ‘El ganador es….’  Los límites de los campos de fútbol estaban señalados por las líneas blancas de tiza y por banderines de córner y porterías auténticas; los balones que acababan en los canales se recogían con redes, y los tiros que se iban fuera se recuperaban utilizando canoas y remos. El público animaba desde las gradas y había sándwiches, y dulces y refrescos para todos. Todo fue cuidadosamente coordinado, dejando pocas cosas al azar. Esta atención y cuidado en la organización del campeonato garantizaba que los jugadores pudiesen involucrarse plenamente en el partido. Durante los descansos, se podían saltar los canales, como forma de entretenimiento y práctica de un deporte tradicional holandés. El ambiente fue magnífico y el tiempo estuvo de nuestro lado; en uno de los videos que Maider López grabó ese día, pueden verse dos tractores traqueteando con el cielo azul y despejado al fondo.

Por un lado, el juego activó el geométrico paisaje de los pólders con canales y terrenos, dotándolo de nueva personalidad; el evento transformó, en palabras de De Certeau, un ‘lugar’ (lieu) estable e incontrovertible en un ‘espacio’ (espace) dinámico. Y por otro, tal como muestran las imágenes de Maider López, situar los partidos de fútbol en los pólders creó drásticamente otra apariencia del paisaje expansivo; de hecho, el conocido paisaje de los pólders estuvo surcado e interrumpido por el juego. Los jugadores pudieron dejar de lado sus preocupaciones diarias y disfrutar el momento. Como en todos los trabajos de Maider López, los jugadores, el juego y el entorno de Polder Cup se colocaron frente a un ingenioso telón de fondo.

A pesar de que la naturaleza pública del evento o de que la abrumadora experiencia compartida de sus proyectos nos puedan hacer casi olvidarlo, el componente visual es vital en el trabajo de López. Formalmente hablando, Polder Cup recuerda a Ataskoa (2005), un proyecto en las montañas del País Vasco. Tras realizar una convocatoria en periódicos y radios, y mediante folletos y pósters, 160 conductores se reunieron con sus coches cerca del Monte Aralar (Intza, Navarra) el 18 de septiembre de 2005. Los vehículos bloquearon la carretera durante cuatro horas de aquel domingo especial. El absurdo atasco formó una colorida y destellante guirnalda al pie de los montes, y al igual que Polder Cup, Ataskoa se escenificó en un entorno natural, activando, enfatizando y cuestionando el paisaje. La actividad, aparentemente espontánea, obtiene su poder a través de la participación y la cooperación de las personas.

Al tener lugar durante el Mundial de fútbol del 2010, Polder Cup sirvió de contrapunto al campeonato oficial. Criticaba el espectáculo en el que se ha convertido el deporte, su disparatado contexto práctico y ridículas reglas (según estándares profesionales). Parodiaba los partidos oficiales. En Polder Cup, la alta hierba, el polen y el terreno fangoso restringían los movimientos de los jugadores. Los canales no sólo seccionaban los campos de fútbol transversalmente, sino que la presencia del agua también significaba modificar las reglas oficiales del juego. A los jugadores no les estaba permitido saltar los canales, lo cual suponía que un defensa siempre estaría separado del delantero de su propio equipo por el agua; por consiguiente, los jugadores tuvieron que debatir y revisar sus tácticas, ideando en el momento nuevas estrategias sin precedentes.  Además, todos los campos eran distintos, lo que también produjo nuevas formas de interacción entre delanteros y defensas de un mismo equipo, así como entre los equipos enfrentados, resultando un nuevo lenguaje (futbolístico).

Surge la pregunta: ¿qué deporte estábamos practicando  en Polder Cup? Al igual que Ataskoa, este trabajo no sólo muestra lo que un grupo de individuos puede lograr como grupo, sino que también reflexiona sobre el aquí y el ahora, sobre las tradiciones de un deporte concreto o el deporte en general. Además, al igual que en AdosAdos (2007) -proyecto en el que López y los Amigos del Museo Guggenheim crearon una galería temporal para el museo en Bilbao-, Polder Cup cuestiona la estructura institucional y las limitaciones de un centro de arte. En el caso de Polder Cup esto se logró a través  de la utilización del banner verde y las implicaciones derivadas para el Centro de Arte Witte de With. En el caso de AdosAdos, se consiguió haciendo que cada Amigo sujetara un panel que simulaba las placas de titanio utilizadas para revestir el museo; la colocación específica de los participantes hizo que la forma del edificio se “prolongara”, y de este modo el apoyo de los Amigos del museo se reflejó en su equivalente estructural (en el sentido arquitectónico). En Polder Cup, el juego del fútbol se reduce a negociaciones interminables, es un guiño a la conocida cultura burocrática holandesa, también conocida como el ‘modelo pólder’, a la cual hacen referencia metafórica el paisaje y su entorno.

Podría decirse que Polder Cup presenta un modelo de diversión y al mismo tiempo una propuesta seria que interviene en nuestra realidad cotidiana. El juego reunió a individuos de distintas procedencias y perspectivas –el jugador de fútbol amateur y el amante del arte, la persona de zona rural y el urbanita, el artista y el comisario– y todos ellos a merced de las inusuales reglas creadas especialmente para el evento. La diversidad de los jugadores destaca temas relacionados con la acción autónoma y con la motivación personal para la participación, pero este campeonato de fútbol también demuestra que las formas y situaciones convencionales (espacios públicos urbanos o rurales, un juego o una organización) pueden abordar y adoptar formas inesperadas.

Polder Cup puede considerarse un camino para el cambio, aunque no suscita un tema único; como juego conceptual es también una representación. En palabras del artista alemán Franz Erhard Walther, con cuyo trabajo a menudo se compara el de López, lo primero y más importante en un campeonato de fútbol es que el personaje principal es su público’. Pero Polder Cup también va dirigido a un público más amplio, de algún modo rompe con una de las cuatro paredes que garantizan el carácter cerrado de un campeonato de fútbol y propicia que el jugador pueda centrarse seriamente en el partido. Tiene lugar una duplicación: en Polder Cup el hincha del partido se convierte en el espectador que observa las imágenes que López extrajo del evento. Esto  mina la usual estructura del juego y hace dudar de su seriedad con humor.

El espectador de las fotografías y videos también es «minado»: mientras el escenario poco habitual de las imágenes recuerda a un decorado de película, el material fotográfico y de vídeo -en sí mismo relacionado con cromos de fútbol y su cobertura informativa– sugiere que el espectador es un fan que participa y comparte los resultados del campeonato. Una vez más queda claro que los opuestos tienen únicamente una existencia aparente: cuando los adversarios se juntan son capaces de trastocar estructuras fijas y romper convencionalismos. El juego del fútbol permanece como metáfora efectiva para expresar este rol en la desorganización. En palabras del filósofo alemán Hans-Georg Gadamer, ‘los juegos de balones permanecerán con nosotros para siempre, ya que el balón se mueve libremente en cualquier dirección, pareciendo hacer cosas sorprendentes motu propio.’ Las categorías dejan de existir en Polder Cup, proyecto de Maider López, en el cual los contrastes crean giros totalmente inesperados.

 

Ilse van Rijn

Abril 2011

 

Notas

[1] “Play fulfils its purpose only if the player loses himself in play. […] seriousness in playing is necessary to make the play wholly play” (El juego sólo alcanza su objetivo si el jugador se abandona al mismo […] la seriedad en el juego es un imperativo para que el juego se dé), en: Gadamer, Hans-Georg, Truth and Method. Continuum, Londres / Nueva York, 2006 [1975], p. 103.

[1] De: space is a practiced place. [italics  MdC] De Certeau, Michel, The Practice of Everyday Life. University of California Press, Berkeley, Los Angeles, Londres, 1988 [1984], p. 117

[1] Aunque no tiene que ver con el transporte público, el comienzo del capítulo de De Certeau “Spatial Stories” es relevante en este sentido: “In modern Athens, the vehicles of mass transport are called metaphorai. To go to work or come home, one takes a “metaphor” – a bus or a train” (En la Atenas de hoy en día, los vehículos de transporte colectivo reciben el nombre de metaphorai. Para ir al trabajo o regresar a casa, se toma una “metáfora” – el autobús o el tren).  De Certeau, 1988 [1984], p. 115

[1] Franz Erhard Walther, conferencia en De Ateliers, Ámsterdam, 19 de abril de 2011. Rosa Martínez ha comparado la obra de Maider López con la de Walther, véase “Maider López” en: Guggenheim Museum Bilbao Collection. Tf. Editores/Guggenheim Museum Bilbao, Madrid/Bilbao, 2010, págs. 476–79

[1] En: Gadamer, 2006 [1975], p. 106

Belen Ruiz Garrido, 2009

Camuflajes, La Casa Encendida. Crossing.

Con las palabras ocurre como con las imágenes. Son más ricas de lo que el uso cotidiano o la formación particular de cada uno hacen de ellas. La búsqueda de «cruce» en el diccionario descubre una riqueza nada desdeñable: 1. Acción de cruzar (atravesar una cosa sobre otra); 2. Punto donde se cortan mutuamente dos líneas (el cruce de dos caminos); 3. Paso destinado a los peatones (no necesita de mayor explicación); 4. Acción y efecto de cruzar (animales, para mejorar las castas). 5. Interferencia telefónica o de emisiones radiadas (tampoco precisa glosa). 6. Acción y efecto de cruzarse (dos palabras o formas gramaticales). Física, gramática, biología, acústica, electricidad, espacios, ciudades, pasatiempos, universos que discurren en paralelo compartiendo significantes. Una nueva hojeada al diccionario vincula sorprendentemente «paralelo» con «cruce».

Los mundos cruzados de Maider López. En palabras de la artista: «el proyecto Crossing consiste en una serie de fotografías tomadas cuando una persona camina por delante de un edificio o elemento urbano del mismo color que el del atuendo de la persona. Las fotografías, tomadas en Rotterdam, muestran escenas urbanas en las que, en algunos casos más claramente, y en otros de una manera más sutil, la gente se camufla con la arquitectura a través del color de sus ropas. Se trata de escenas que hablan sobre la ciudad y las diferentes tipologías urbanas, en el momento del encuentro entre la arquitectura y la persona». Sobre su método de trabajo, precisa: «espero delante de un edificio hasta que alguien vestido del mismo color del edificio pasa a lo largo, o sigo a alguien hasta que pasa por un elemento del mobiliario urbano del mismo color de su chaqueta». La dimensión en la que López posiciona su labor como artista -y también como usuaria de la ciudad- tiene mucho que ver con las habilidades necesarias tanto en la profesión detectivesca como en la del jugador experto: intriga, ojo sagaz, necesidad de esclarecer algo oculto, de desenmascarar al farsante, estrategias de disimulo y buenas dosis de paciencia para poder convertir los hechos en pruebas irrefutables. Por lo tanto, no todo queda en manos del azar.

Maider, heroína moderna, se comporta como una especie de flâneuse renovada y jovial, desprovista del triste y mortífero peso del ennui baudelairiano, y, sin embargo, con sorprendentes puntos de contacto con aquel. De nuevo los cruces. «8audelaire introdujo a este caminante romántico y eterno en la metrópolis, le confió la misión de espiar a la multitud y le exigió esa pasión por los viajes, ese odio hacia todo domicilio estable y ese gusto por el disfraz y la máscara que le convertían en ‘el pintor de la vida moderna’, en el merodeador solitario y vampírico, en el flâneur, paseante ocioso y observador perspicaz», nos recuerda Enrique López Castellón. De este modo, la artista fija con sus fotografías aspectos inéditos de la ciudad, formas frescas y extrañas de relacionarse con ella. Los ciudadanos como integrantes anónimos de la urbe toman protagonismo, no por desvelar su identidad, que queda siempre a salvo, sino por rimar con el entorno. Y la ciudad se revela como un espacio vivo donde tiene lugar la mágica alquimia de los colores. Asistimos al descubrimiento de seres y arquitecturas, que de forma azarosa, poetizan sus respectivos trasiego anodino y estabilidad constructiva, trascendiéndolos con un exultante mimetismo cromático. La obra de Maider López «nos fuerza con delicadeza a reexaminar nuestro entorno y a nosotros mismos, nuestras calles, nuestros bosques, nuestro lugar de aparcamiento, nuestro código de conducta urbano. No aspira a que todo eso cambie pero sí a que lo reevaluemos con ojos nuevos», dice Isabel Coixet.

El trabajo fotográfico en manos de López desborda unos supuestos límites y también se cruza con sus intereses estéticos y su trayectoria artística: desde la pintura y el poder formal y sígnico de las líneas y los colores, la escultura y la arquitectura, los volúmenes y espacios, la naturaleza y el artificio, la manipulación y el azar, el disfraz y el camuflaje.

Volvamos al principio. La lógica del mundo, dispersa en una especie de limbo, se descifra en encrucijadas. Y entonces los Crossing de Maider López, cobran dimensiones paralelas: 1. En el ámbito urbano el transeúnte al atravesar un espacio interactúa con el mobiliario urbano, objetos de diversa índole, otros viandantes, los edificios; 2. Dos elementos operativos, viandantes y edificios con coincidencias cromáticas, son captados en un espacio de encuentro; 3. Esta no necesitaba explicación, por lo tanto es muy obvia: los pasos por donde deambulan los peatones en las ciudades son lugares destinados a tal fin; 4. De la confluencia de realidad, azar e intención artística surge una nueva realidad que es la imagen fotográfica, la imagen artística, ¿se mejora la casta?; 5. Una interferencia en el tiempo supone «congelar» el momento de paso del transeúnte uniformado con el color de la pared; 6. Como en los crucigramas y scrabbles, o en los videojuegos –Crossing resulta ser un título recurrente-, deambulamos por paraísos de la alteridad temporal y espacial.

 

Proyecto Crossing

 

 

 

 

Pablo Fanego y Pedro de Llano, 2008

El medio es el museo / MARCO, Koldo Mitxelena. (Fragmento, Pag. 276)

(…) Su trabajo constituye una reflexión sobre los códigos visuales que rigen el espacio, en la confluencia entre el urbanismo, la arquitectura y el diseño. Ya sea en el interior o en el exterior del museo, sus piezas tratan siempre de enfatizar aquellos aspectos que permanecen en un segundo plano, pero que no por ello dejan de ser relevantes. Cámaras de vigilancia (2008) consistió en la copia y multiplicación de las cámaras de seguridad preexistentes en las salas del MARCO. A partir de un «nido» central compuesto por un gran número de estas réplicas, y situado en el anillo exterior del panóptico, la artista creó una «plaga» que se extendía por distintos puntos del museo. A pesar de que las cámaras no cumplen su función verdadera -ninguna registraba lo que estaba sucediendo en tiempo real- la obra de Maider López invita a reflexionar sobre los límites del control y la seguridad en un contexto muy preciso -el de una antigua cárcel- que contribuyó en el pasado a poner las bases de la realidad contemporánea. Se produce así una inmediata equiparación entre la historia de dos instituciones, la museística y la carcelaria, a través de las similitudes que guardan entre sí sus respectivas concepciones del orden y del espacio.

El interés de Maider López por el espacio surge de una expansión natural del lenguaje pictórico y del posminimalismo. Otra muestra de ello es su propuesta específica en San Sebastián; Sala 1 (2008) es una arquitectura laberíntica encajada en las dimensiones de una de las salas de exposiciones del Koldo Mitxelena Kulturunea, que reproduce con exactitud el diseño de la planta en la que se encuentra dicho espacio. Se trata por tanto de una especie de mise-en-abyme arquitectónica que repite hacia dentro, como si de un cuadro se tratara, la misma disposición de volúmenes, paredes y pasillos que organizan el movimiento del visitante por toda la sala de exposiciones. Para facilitar la orientación de este y provocar la asociación entre ambas arquitecturas -la que se percibe en ese momento y la que es recreada en la memoria- el laberinto tiene una altura media (164 cm) que permite obtener cierta visión en profundidad sobre el espacio y determina una perspectiva subjetiva que se modifica necesariamente con cada espectador.

(..)

Pablo Fanego y Pedro de Llano

 

Proyecto Cámaras de Vigilancia

Proyecto Sala 1

 

 

(Euskera) Tania Pardo, 2005

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(Euskera) Sergio Rubira, 2005

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